“De pronto, al descender de una hondonada, “¡Caracas, allí está!”, dice el auriga, y súbito el espíritu despierta ante la dicha cierta de ver la tierra amiga. ¡Caracas allí está; sus techos rojos, su blanca torre, sus azules lomas, y sus bandas de tímidas palomas hacen nublar de lágrimas mis ojos!” (Juan A. Pérez Bonalde)
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