El asesinato programado y querido abre las puertas a la reacción, justifica el desacato. Por un lado, el genocidio del desabastecimiento planificado para, por hambre y enfermedad, someter al pueblo ante el régimen, y por el otro, los atropellos y crímenes contra los disidentes -del cual la masacre de El Junquito contra Oscar Pérez es
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